Necesidad de las estatuas
Los anteojos sobre el pelo nos hacen ver innecesarios,
a pesar de la barba de tres días
y el libro bajo el brazo- pidiendo auxilio-.
Nadie nos advirtió acerca del sudor frío
corriendo por la frente,
cuando desaparecen los límites y asoman las piedras,
los candados,
las luces
cuando sobran los zapatos
o los relojes se deshacen en la boca.
Ahí la única manera de no arrancarse los ojos
con la mano de una estatua,
sigue siendo respirar por los bolsillos
y contarse algún secreto en el oído.
viernes, 5 de diciembre de 2008
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